Presentar un libro siempre implica un grado de incertidumbre ante la posible reacción del público, acentuada por el hecho de que la geografía interior de uno se ha configurado entre Córdoba, Villanueva del Duque y Pozoblanco. Querer hablar, por tanto, de mi última creación en los tres lugares de los que siento que formo parte y que cada acto no defraudase las expectativas que yo mismo pudiera generarme se planteaba, cuando menos, complicado. Sin embargo, pasados unos días de la tercera puesta en escena sigue habiendo dos palabras que dan vueltas por mi cabeza sin cesar: satisfacción y gratitud. Satisfacción por el trabajo serio, responsable, en silencio y sin prisas; satisfacción porque los lectores lo hayan recibido de manera positiva. Gratitud porque más de doscientas personas hayan decidido regalarme algo más de una hora de su tiempo y porque quieran adentrarse en el pueblo que he cincelado, calle a calle, casa a casa, como un microcosmos del dolor, del sufrimiento y de la devastación que generó nuestra última guerra civil.
Prácticamente cada una de las personas que han asistido a esta tríada han provocado una sensación en mí. Me gusta hablar mirando a la cara y leer en el rostro de los asistentes cualquier detalle que pueda ser motivado por mis palabras. Familiares y amigos, vecinos de Villanueva del Duque y de Pozoblanco, escritores de reconocido prestigio, miembros de destacadas asociaciones culturales y literarias, como Piedra y Cal o Mucho Cuento, lectores anónimos que se acercan por ver primera a mi obra, algunos antiguos alumnos y, como siempre, un gran número de compañeros, en no pocos casos amigos, del IES Antonio María Calero (no solo profesores y profesoras, sino también administrativas y conserjes). En este sentido, debo decir que tengo la suerte de trabajar en un centro donde me siento querido como persona y valorado y respetado como docente y como escritor. Y eso, créanme, es una satisfacción enorme y genera una deuda impagable de gratitud.
En efecto, eres un profesor querido y valorado por tus compañeros y, en mi caso considero una suerte trabajar contigo. Un abrazo
ResponderEliminarAntonio J. Tamajón